Días de lluvia
No existen los días feos, sólo existe la ropa equivocada… esa fue la frase del fin de semana, que luego de leer la entrevista que les cuento a continuación me fui con mi Deva vestidas de traje de agua a pasar la tarde a la playa de Cocholgue, estuvo realmente increíble muy lleno de energía invernal, y para terminar, una rica taza de leche con chocolate. Absolutamente repetible y recomendable.
En la última revista Mujer de La Tercera aparece una excelente entrevista a la danesa experta en educación preescolar Helle Heckmann (miembro de la directiva internacional de las escuelas Waldorf). La entrevista está demasiado buena acá parte del artículo:
“Nños que ya no saben ser nños. Pequeños que han olvidado incluso algo tan básico y sano como es correr, que casi no mastican sus alimentos, que tienen dificultades para expresarse y comunicarse, entre otras falencias. Es el patético y triste panorama que ve Helle Heckmann (miembro de la directiva internacional de las escuelas Waldorf, educadora desde que tiene memoria, madre de tres hijos) en su país, como una absurda paradoja del desarrollo y de enfoques errados de la educación desde la más temprana edad.
“Es muy importante que hoy la familia tome muy en serio la decisión de tener nños. Cuando tu decides tener hijos, tu vida no va a ser nunca más la misma que tenías antes”.
-¿Por qué su visión tan crítica de la educación preescolar en su país?
-En los últimos 40 años, en Dinamarca gran parte de las personas ha estado en instituciones preescolares, divididos en grupos por edades. Son grupos de un año de edad, de dos y así sucesivamente. Eso implica que el nño sólo mira su propia edad y no tiene percepción de dónde viene ni hacia dónde va. Eso genera que cuando se convierten en padres no saben siquiera cuidar a sus propias guaguas, porque nadie les enseñó a cuidarse cuando eran chicos. No saben cómo ser padres.
Es que, según Helle y la pedagogía que ama, lo saludable es que los nños entre cero a siete años estén en el jardín infantil juntos, porque los más chicos imitan siempre a los más grandes y los mayores se sienten empoderados al ayudar a los más pequeños, mientras a la vez sienten el respaldo de la profesora que los ayuda, generándose así una cadena de solidaridad muy armónica. “Así se aprende a aprender. Es como las familias antiguas, que tenían hijos de distintas edades a los que daban distintas tareas, pero estaban juntos. Hoy, que las familias se han reducido y tienen pocos hijos, los nños no aprenden a cuidarse ni a cuidar a otros”, comenta.
-Nños que se miran sólo a sí mismos, ¿ese mundo de ególatras es hoy un problema social en su país?
-Sí, por eso allá es tan importante ahora hacer cursos para enseñar cómo ser padres, porque los jóvenes no saben cómo hacerlo. Hasta se les enseña algo tan natural como lo es el amamantar. Mientras vemos que los nños de hoy, producto del sistema educativo, no pueden hablar bien, tampoco corren apropiadamente, se caen fácilmente, no tienen equilibrio. Muchos sufren alergias o tienen comportamientos hiperactivos. No pueden relacionarse apropiadamente con el otro: o dan demasiado hacia el otro o casi nada. Y duermen mal. Son nños que se enferman mucho. Hay que demostrarles a muchos de los padres actuales que sus hijos están así porque ellos no han sabido cómo criarlos. Todos los padres aman a sus hijos y quieren hacer lo mejor para ellos y hay muchos libros que dicen cómo educarlos, pero el sentido común para hacerlo está extraviado, es hoy algo tan difícil de alcanzar.
“En vez de hacer que los nños dibujen la naturaleza en sus pupitres, por qué no sacarlos a caminar, a reconocer árboles, a cultivar un huerto en el jardín del colegio. Así aprenden a cuidar y a la vez vivencian la naturaleza”, propone Helle Heckman.
Actualmente hay mucho diagnóstico de déficit atencional. ¿Por qué cree que se da este escenario?
-Es el ambiente en que el nño crece el que hace que tenga una salud pobre. Desde muy chiquititos están estresados. Se los lleva a todos lados y están siempre sobreestimulados. En vez de tener paz y silencio para encauzar un desarrollo progresivo y aprender a conocer lentamente, se los pone en el mundo forzando su desarrollo. Terminan sabiendo mucho más del mundo externo que de sí mismos. Si no aprendes a conocerte desde pequeñito, si no te descubres, nunca vas a poder tomar tus propias decisiones ni desarrollar una buene autoestima. Es un lema bien erróneo decir que el más grande y más rápido es el mejor. No hay necesidad de tener esta presión. Es mejor que tengan un ritmo cotidiano saludable.
-¿Por qué eliminar el azúcar?
-No hay nada peor que el azúcar, es un mal hábito. El dulce va directo al sistema sanguíneo, la glicemia sube inmediatamente y el sistema de compensación biológico lanza una bomba de insulina para poder contener al azúcar: la energía del nño sube bruscamente en corto período y luego tiene una baja también brusca, por debajo de la media. Él se descompensa y luego siente la necesidad de un nuevo estimulante. Esto lo impacta anímica y físicamente. Los nños se transforman en adictos y prefieren esto a una manzana.
-Reivindica el ofrecer a los pequeños ambientes en los que se relacionen con la naturaleza. ¿Desea revertir la distancia que tenemos cada vez más con la naturaleza?
-Es que si queremos proteger la naturaleza desde la nñez debiéramos tener una buena relación con ella. No basta sólo con decirle a la persona lo que debe ser hecho desde la cabeza, tienes que haberle sentido desde el corazón. Pero también tiene otras implicancias: estar afuera, al aire libre, provee al nño de más espacio, de que pueda trepar, andar sobre un tronco, jugar de forma no dirigida. Es algo importante, porque en la vida actual cada vez se mueven menos. Así, luego tienen hambre y un buen sueño. Darles la experiencia de los cuatro elementos: el aire, la tierra, el sol y el agua es calidad de vida. En Chile tienen cuatro estaciones muy definidas. Qué maravilloso es que los nños desde chiquititos puedan vivir desde la piel esa experiencia.
La relación con Chile de esta danesa se inició hace ocho años, cuando le pidieron venir a asesorar a los jardines infantiles de esa pedagogía educativa en Sudamérica. Ese viaje fue el comienzo de una estrecha relación con el país, donde incluso es cofundadora de un jardín infantil en la comuna de Peñalolén, en Santiago (Akelae, se llama el centro). Tanto le gustó este lugar del mundo que incluso se compró una casa en la cordillera, la que visita cada vez que viene. Confiesa que la seduce “que los chilenos todavía miran a los ojos, y se conectan con el otro”. Su gran deseo es poder quedarse aquí un día, siempre y cuando pueda trabajar en lo suyo, dándole alcance social a su experiencia y conocimientos. Por eso está empeñada en la idea de crear un centro para formar a educadores, padres y hasta a las nanas chilenas (“Pasan tanto tiempo con los nños, no hay que olvidarse de ellas, hay que enseñarles a conocer al nño”), convencida de que los adultos, modernidad mediante, están perdiendo el norte en aspectos muy básicos para educar. “Chile está en la hora de prevenir, no en la de curar como lo tienen que hacer otras naciones”, señala. “