Sólo para ellas.
Solo para mujeres…
En el baño de mujeres del Restaurant el Huerto había un adhesivo en el muro que decía: “Autoedúcate y aprende sobre tus ciclos menstruales” .
Gran frase, cuánto sabemos sobre nuestros ciclos,
Myriam Wigutov en El Tabú de la Menstruación die: ” Si logramos liberar el ciclo femenino de aquella interpretación conservadora, y a cambio recibir la información adecuada (no sólo biológica, sino también emocional, psicológica, energética y espiritual) recuperaremos el equilibrio, el objetivo, el confort y la honorabilidad de la experiencia cíclica femenina en todas sus estaciones.
Quisiera que tomemos conciencia de las diferentes energías femeninas, que se movilizan en cada uno de tus ciclos menstruales y en cada una de las frases de tu vida cómo mujer, repito: menarca, iniciación sexual, ciclicidad regular, maternidad, y menopausia.
Aspiro a que recuperemos el valor positivo de la ciclicidad femenina y a reconocer su fuente sagrada. A celebrar conscientemente la llegada de nuestra sangre y de todas las etapas que se experimentan a lo largo de la vida.
Porque es el modo en el que nuestros cuerpos se alinean con nuestro corazón, mente y alma, como una pausa necesaria para recordar lo que hemos crecido, lo que hemos cosechado, lo que se ha muerto, la posibilidad de contar las cicatrices de las batallas y los logros obtenidos.
Debemos mirar, oler, sentir, meditar sobre el valor de nuestra sangre, devuelve el valor perdido de virtud porque ella simboliza, no solamente que hemos nacido pasando a través de un canal de parto, que hemos sido iniciadas/os a la vida, ungidos por esta sangre, sino que estamos transitando esta dimensión humana.
Y, además, es nuestra sangre la que nos instruye en la metafísica del poder femenino.
Y lo que pasa es que todavía en nuestra cultura hipertecnológica sangrar sigue siendo un tabú: es incomodo, doloroso, trae problemas, es peligroso, sucio y contaminante, altera la vida sexual y, por lo tanto, debe disimularse, y si es posible, se debe anular todo rastro en la vida social, en la intimidad de la pareja, en la familia y sobre todo en el trabajo.
Este mandato cultural que acatamos obedientemente, que no cuestionamos, que se ha instalado hace tanto tiempo ya que lo asumimos como regla natural de convivencia, es una pauta social típica de sistemas culturales en los que está establecida la superioridad masculina y la inferioridad femenina, en las que es necesario reprimir y controlar la sexualidad femenina que es vivida cómo impura y amenazante.
¿Por qué temor, dolor, pena, pérdida, verguenza y ocultamiento son sentimientos internalizados y asociados a la experiencia femenina de sangrar? ¿Qué motivos hay para que esto sea así?
¿Podríamos imaginar un sangrado sin ésos sentimientos? ¿Cómo podría cambiar esto nuestras vidas concretas y la de nuestro entorno?”
Fuente: en plenitud.com